VIENTOS HURACANADOS

Verano caluroso el de ese año, al que no le faltaron fuertes tormentas acompañadas de vientos y lluvias que aparecían sin previo aviso, arruinando en pocos minutos un día espléndido de playa forzando una rápida huida, sin faltar las clásicas voladoras de sombrillas. Mientras aún no terminabas de poner la ropa en el bolso, las zapatillas desaparecían mientras desesperado veías a lo lejos que tu sombrilla competía con las demás en una carrera no se sabe adónde.

Volvíamos en nuestras motos escapando a tanta amenaza que muy pronto se transformaría en torrencial lluvia, recorriendo lo más rápido posible el trayecto de la playa a la ciudad, cuando se descargó el inminente aguacero obligándonos a una escala en el “Bar de Bomfiglio”.

De antiguo frente como así su interior, verdadero exponente de una trayectoria de larga data frecuentado por parroquianos de distintos sectores pero con un mismo sentido común, donde las carreras de caballos, el truco y la quiniela afirmaban sus raíces regada por la inseparable caña, grapa y vinito tinto reflejados en los enrojecidos cachetes y brillantes ojos de los presentes.

Entre los parroquianos presentes apareció frente al mostrados la figura de “Maturo”, hombre de campo, instalado desde tiempo atrás en la ciudad y oriundo de la zona rural de Juan González, pagos que lo vieran transitar en sus tiempos de productor agropecuario en los que desarrollaba distintas actividades. Entre ellas la de prestador de los servicios de las tradicionales “Trilladoras”1 con las que corrían los distintos establecimientos en compañía de su hermano Agustín, asociado en la empresa contratista de marras, donde para realizar los trabajados necesitaban de carreros, fogoneros, horquilleros, cocineros, para los que establecían mientras duraran los trabajos, un campamento con sus clásicas “casillas”, carro de 4 ruedas cerrado con chapas usado como dormitorio, antecesor de los que hoy sería una “Casa Rodante”.

Estos datos sirven de preámbulo a los acontecimientos que “Maturo” pasaría a relatar en consecuencia de la furiosa tormenta veraniega que soportábamos, ya tranquilos e instalados en este refugio y en compañía de quienes poco les importaba lo que ocurriera afuera, cruzados en un “quiera” y “vale cuatro” mientras otros acodados al mostrador discutían si el tordillo de Ramón volvería a hacer un desastre en las carreras del Domingo, ya que como se comentaba, parece que el cuidador se había encargado de que durante cierto tiempo no se supiera de las cualidades del equino que por esas cosas ese Domingo sacudió las tribunas desbastando los bolsillos de las “fijas”…,y engrosando el de Don Ramón, hombre sabedor del manejo de su bien preparado pingo, dejando con la espina a todos para la próxima carrera…, y jugada.

No era de ninguna de estas partidas nuestro bien observado “Maturo”, quien luego de varias idas y venidas asomándose por la puerta, volvía una y otra vez al mostrador para calmar su aparente nerviosismo con un sorbo de cañita servida por el propio “Bomfiglio”, quien desde atrás de ese escenario cotidiano que era el mostrador, no perdía detalles a los reclamos de su servicio comercial y hacia las veces de interlocutor obligado frente a opiniones opuestas de los presentes.

En medio de los comentarios surgidos ante la situación meteorológica, “Maturo” abandonó el tono nervioso dando el último sorbo a la cañita, como para darse fuerzas mientras su pensamiento buscaba afanosamente la palabra justa para iniciar lo que hace rato preparaba, esperando ese momento para que su historia no cayera en el vacío.

Su larga experiencia, ya conocida por todos, de contador de aventuras lo transformaban en un audaz Quijote secundado por su hermano, quien hacía las veces del tradicional Sancho, y quien de haber estado presente afirmaría cada palabra con un movimiento de cabeza, y miraría seriamente siguiendo cada detalle de lo dicho por “Maturo”, al cabo fuera lo que fuera, supiera o no la historia que los involucraba a ambos, era “Palabra Santa” y no cabía dudas ni para él, ni para los demás presentes.

¡Esto no es nada!..., dejó sentir con voz segura y mirando a su alrededor para captar el grado de atención prestado por los demás, midiendo para zambullirse de lleno en la historia ya a esta altura completa en su mente, nadie escapó a la expectativa creada teniendo en cuenta la fama bien ganada por “Maturo” en estas ideas.

“Viento Mire…, fue el que aguantamos con mi hermano Agustín cuando estábamos trillando en la estancia ´e Bianchi en el año 45´, aquello fue una cosa ´e loco, se levantaron vientos arremolinados que ni para ´o se aguantaba uno, nos tuvimos que mandar de cabeza en la casilla que temblaba como vara verde. Ahí nomás pa poderlo meter a mi hermano lo tuve que manotear del cinto porque el viento se lo chupaba”

“Yo con las puertas y ventanas cerradas sentíamos cómo temblaba todo, aquello era tremendo mire, parecía que la casilla empezaba a bellaquear, fue ahí cuando abrí la ventana y miré pa´ aquí…, vi la punta de los eucaliptos abajo ´e la casilla, pa´ el contado andaba dando vueltas la trilladora, mi hermano tirado en el piso agarrándose de donde pudiera gritaba: -¡Este es el fin! Se acaba el mundo Maturo. Arrastrándose se asomó a la ventana y sentí un grito desesperado que me decía:- ¡Maturo estamos entre las nubes!- Llegue como pude para ver…, me asomé apartñandoo, tenía los ojos como a 5 centímetro afuera ´e las órbitas mire…, es en eso que me doy cuenta y le pegué el grito…¡Agistín, no son nubes…, estamos en medio de las 1.500 ovejas de Bianchi!!...”

Agradecimientos...

Nada se hace sin la ayuda y la colaboración de otros, que a la postre dan nacimiento a sueños que se transforman en realidad, de la cual de una manera u otra son parte del logro.

Por eso gracias querido Marito Vivanco porque tus ocupaciones dieron título a este libro, a mi hijo Luis Fernando en la difícil tarea de compaginar, a mis hijas Jennifer y Yamila, mis sobrinos Yanina, Gabriel, y Natalia y mi esposa Cecilia por darme apoyo para que estas historias dejaran de ser contadas sólo en rueda de familiares y amigos.

Primeras Páginas

SERGIO YUSEF NEME

Si digo la verdad…

MIENTO..!

 

Editorial Dunken - Buenos Aires – 1999

1ª Edición: Abril 1999

2ª Edición: Septiembre 1999

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723

Impreso en la Argentina

© 1999 Sergio Yusef Neme

ISBN 987-518-137-4