Maturo pasaba una y otra vez mientras realizaba las tareas diarias en su campo, frente al Ford “T” estacionado debajo de la media agua que sobresalía del galpón principal, fijaba su vista en ese vehículo, herencia de sus abuelos al que conservaban con entrañable cariño por los recuerdos felices que representaban el viejo y querido Ford “T”.
Todo esto a medida que el tiempo transcurría, se mezclaban en sus pensamientos con los recuerdos de los triunfos que en aquella época pasaba, marcara en cada carrera el popular volante y preparador local, el gran maestro “Cha”, de quien Maturo no se perdía carrera, sumándolo a las hazañas relatadas por las radios Argentinas domingo a domingo de esos grandes del automovilismo a los que, mate en mano, escuchaba en la radio a baterías acercando el oído como para no perderse acontecimiento alguno.
Poco a poco tomaba cuerpo la idea de transformarse también él en émulo de esos grandes, y el medio que lo proyectaría a la fama se hallaba plácidamente debajo de la media agua del viejos galpón, reposando de tantos años de servicios sin pensar que pronto sería participe de la empresa ideada por Maturo en sus sueños de futuro campeón del automovilismo, con la potencia que surgiría de su motor preparado para recibir todas las banderas a cuadros que se cruzaran en el camino, se transformaría en un león de la ruta.
El día del tal decisión llegó por fin, luego de terminara una audición radial en la que el débil “Speaker”[1] a cargo del programa, relata la hazaña inigualable del corredor mas famoso de la República Argentina. Habiendo apagado la radio y ya con la comida servida en la mesa, su Sra. percibía que algo su marido se traía en mente.
Como las miradas hablaban, Maturo decidió contar su proyecto a fin de ser aprobado familiarmente, y para el que como siempre, contaría con la incondicional colaboración de su hermano Agustín quien tenía su casa distante a 300 metros.
Comenzó la preparación previa desalojo de dos ponedoras afincadas en el viejo Ford decididas a enfrentar a quienes sin intimación previa alguna cometieran semejante atropello. Estos eran nada mas ni nada menos que Maturo y Agustín, dispuestos a transformarse en victoriosos campeones y galardonarse con coronas de Laurel al cuello, y tradicional copa en alto, que ya saboreaban anticipadamente en sus pensamientos triunfales.
Fueron meses de ardua labor la tarea de preparar la máquina. Dejando vacas a medio ordeñe con terneros agradecidos, pastizales que comenzaban a ocultar la casa y Sras. refunfuñastes reclamando más presencia en diarias obligaciones de estos maridos llamados a pretendidos futuros deportistas.
Pasado el tiempo necesario, al fin rugió lanzando bocanadas de fuego de sus escapes mientras los hermanos esbozaban una sonrisa cómplice, habiendo llegado el momento donde se comprobaría la potencia lograda por estos dos hombres de campos venidos automivilistas.
Por fin llegó el día de la prueba, justamente con el comienzo de carnavales en el pueblo a unas 3 leguas [2] de donde vivían los hermanos y donde enfilarían a pegar una vuelta pa´blandar el motor y tomarle la mano al volante frente a las velocidades que se alcanzarían.
Tan digno acontecimiento se venía comunicando desde días atrás de boliche en boliche, con horario de paso por cada uno incluido.
Tal es así, que el primero que caía en el circuito era el de Don “Ramón Pozo Seco”, quien sufría de sordera y pretendía disimularla apoyando su enorme mano a la altura del oído expuesto para el lado de quien le hablaba.
Siguiendo estaba el de “Manitto”, hombre serio…,luego el “Club Nacional” y el antiguo comercio “Francois”, sin contar los vecinos a la vera de la ruta, alertados por tal conocimiento.
Maturo y Agustín, cubrieron sus cabezas con pasamontañas de lana previendo cualquier inclemencia frente al choque del viento, usaron boina blanca a falta de casco, golillas anudada al cuello, camisa blanca impecablemente almidonada, cuello de ballenas y Maturo se acomodó las antiparras de soldador y usó las chinches de los recados para atarse, como corresponde a un corredor de la ley, al asiento por la cintura.
Cumplidos todos estos requisitos, con media vuelta de manija de Agustín la máquina quedó en marta ante la emocionada despedida de rosario en mano como buenas devotas ante semejante audacia de sus hombres.
Salida violenta donde no faltó un derrape que levantó polvoreda y algún terronazo que se cubrieron como pudieron. Contra explosión y revuelo de los animales, estampida de los caballos y aparición sorpresiva de “Dina”, la chancha, que plácidamente dormía su cotidiana siesta en el charco barroso, y un nuevo alerta de las ponedoras entre las que se encontraban quienes fueron desalojadas, ya instaladas en las casillas previo acuerdo.
Pasado el momento se perdieron detrás de la polvoreda buscando pista, ya en la ruta y al escuchar a lo lejos el rugido, los vecinos salían y saludaban al paso siendo en el boliche de “Pozo Seca” donde se encontraba la mayor cantidad de espectadores
Don Ramón esperaba para saludas a los intrépidos vecinos a orillas de la ruta, rodeados por sus parroquianos, entre ellos el “Pariguela” Argello, mamao vitalicio de los distintos boliches de la zona en los cuales hacía escala en un improvisado Rally donde competía solamente él.
Calculando que lo hacía desde por lo me nos veinte años, lo convertía en un borrachera veinte añal ya que no se supo nunca que se le hubiera pasado.
No teniendo éste la menor idea de que se trataba tanto revuelo, se mandó pa´poder ser el primero en pegarles un abrazo, sin tener en cuenta la velocidad con que venían. Pudo evitarlo Don Ramon quien conociendo lo “querendón” del “Pariguella” lo sostuvo de un brazo al tiempo que Maturo y Agustín pasaban manos derecha en alto y al grito de ¡Iuuuuj…!, como señal de triunfo. Se perdieron en la curva encarando pa’l boliche de “Manitto” donde los esperaba más público, y desde el que seguirían hasta el pueblo donde se promocionarían en busca de ayuda aconómica, presentarían su mimada y rugiente máquina…
Ya caída la noche arremetieron la vuelta, donde según los propios dichos de Maturo ratificados por Agustín, a medida que avanzaba la máquina respondía cada vez mejor.
Fue ahí en plena ruta sorpresivamente se quedaron sin luz, lo que los obligó a frenar, apareciendo ésta de la misma forma que se fuera. Esto ya les hizo pensar: cosa ’e mandinga! Dado que se retiró varias veces siempre de la misma forma.
Enfrentarían lo que fuera juntos, arremetiendo con todo, pata a fondo pasando junto a la altura del boliche de “Pozo Seca”, Alto ‘el Piso Ford “T”, devorando la ruta con la Luna como testigo, y que fue ahí…,justo ahí cuando nuevamente y pa’espanto de los volantes…, la luz desapareció por atrás, y en ese momento, sin poder salir de su asombro y esforzándose pa’que le saliera voz Agustín murmuró…:-“Maturo ¡La Luz Maturo, La Luz, La Luz!”- fue entonces cuando frenó de golpe y apareció ésta nuevamente por delante de la máquina, hecho que equivaldría a haber superado la Velocidad de la Luz…Hazañas jamás igualada por ser humano en la tierra, ¡Palabras de Maturo y Agustín!!!